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[Febrero, 18] Salmos 40


Salmos 40 - Dios Habla Hoy

Me agrada hacer tu voluntad, Dios mío

Del maestro de coro. Salmo de David.

1Puse mi esperanza en el Señor, y él se inclinó para escuchar mis gritos; 2 me salvó de la fosa mortal, me libró de hundirme en el pantano. Afirmó mis pies sobre una roca; dio firmeza a mis pisadas. 3 Hizo brotar de mis labios un nuevo canto, un canto de alabanza a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos y pusieron su confianza en el Señor. 4 ¡Feliz el hombre que confía en el Señor y no busca a los insolentes ni a los que adoran a dioses falsos!

5Señor y Dios mío, muchas son las maravillas que tú has hecho y las consideraciones que nos tienes. ¡Nada es comparable a ti! Quisiera anunciarlas, hablar de ellas, pero son más de las que puedo contar.

6 Tú no te complaces en los sacrificios ni en las ofrendas de cereales; tampoco has pedido holocaustos ni ofrendas para quitar el pecado. En cambio, me has abierto los oídos. 7Por eso he dicho: Aquí estoy, tal como el libro dice de mí. 8A mí me agrada hacer tu voluntad, Dios mío; ¡llevo tu enseñanza en el corazón! 9En presencia de tu pueblo numeroso he dado a conocer lo que es justo. ¡Tú bien sabes, Señor, que no he guardado silencio! 10 No me he quedado callado acerca de tu justicia; he hablado de tu fidelidad y salvación. Jamás he ocultado tu amor y tu verdad ante tu pueblo numeroso.

11Y tú, Señor, ¡no me niegues tu ternura! ¡Que siempre me protejan tu amor y tu fidelidad! 12Pues me han pasado tantas desgracias que ni siquiera las puedo contar. Me han atrapado mis propias maldades; ¡hasta he perdido la vista! Son más que los pelos de mi cabeza, y hasta el ánimo he perdido.

13Señor, por favor, ¡ven a librarme! Señor, ¡ven pronto en mi ayuda! 14 ¡Que sean puestos en completo ridículo los que tratan de acabar con mi vida! ¡Que huyan en forma vergonzosa los que quieren hacerme daño! 15¡Que huyan avergonzados los que se burlan de mí! 16Pero que todos los que te buscan se llenen de alegría; que cuantos desean tu salvación digan siempre: «¡El Señor es grande!»

17Y a mí, que estoy pobre y afligido, no me olvides, Señor. Tú eres quien me ayuda y me liberta; ¡no te tardes, Dios mío!


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